Este martes no es seguro que Bego y yo podamos estar en Satri a las 21:00. de todos modos, aquí tenéis el material basado en el evangelio del día. Podéis hacer presente al resto de la comunidad, encendiendo vuestra vela y compartiendo un ratito de oración desde vuestra casa.
Teleoración: Discipulado. ¿Qué actitud tenemos hacia el futuro?
Lucas 12, 35-38
"La vigilancia de todos los discípulos en la espera del Señor"
«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
El evangelio de hoy está conectado con el de ayer (Lucas 12, 13-21), porque si el discípulo ha aprendido la libertad de corazón con relación a los bienes materiales y “atesorar para el cielo”, es porque ha entendido que el valor mayor está en el futuro definitivo. ¿Cómo vivir esta tensión hacia el futuro?
El buen discípulo, tiene la mirada puesta en la meta. Él, con el corazón puesto en Dios (Lc 12,22-32) y en el ejercicio de la caridad (Lc 12,33-34), camina hacia la plenitud con “las cinturas ceñidas” y con “lámparas encendidas” (12,35) en el presente.
Con relación a la segunda venida del Señor, en la primitiva Iglesia (y aún hoy) hubo una gran incertidumbre. Razón por la cual hubo espacio para muchas fantasías sobre este regreso que veían como algo casi inmediato y, sobre todo, mucho descuido en la exigencias de vida, ante la evidencia de que no sucedía.
¿Qué enseñó Jesús al respecto?
La parábola “de los servidores vigilantes”, que estamos leyendo hoy, presenta al discípulo precisamente como un “servidor” que sabe esperar la llegada de su patrón. Esta parábola presenta dos momentos:
- El primero en 12,35-36, donde se describe el comportamiento de los siervos mientras esperan al amo.
- El segundo en 12,37-38, donde se describe el comportamiento del patrón con relación a los siervos que ha encontrado vigilando: él mismo se hará el servidor de cada uno de ellos.
Según la primera parte (12,35-36), la espera del Señor se hace con “los lomos (=cinturas) ceñidos” y las “lámparas encendidas”.
- Los “lomos ceñidos”. Normalmente dentro de la casa la gente andaba con la túnica suelta, sin correa; es el equivalente de estar en pijama o de ponerse ropa cómoda (no siempre para la vida social) cuando se llega a la casa después de una larga jornada. En cambio, “estar con el cinturón” era propio de quien estaba pronto para el trabajo o para un viaje (por ejemplo Ex 12,11; recordemos también que Jesús se “ciñe” para servir en la última cena).
- Las “lámparas encendidas”. Las lámparas de la casa se apagaban cuando la familia se iba a dormir (como hoy el apagar los bombillos). Por eso “lámpara encendida” es señal de actividad en la casa. Para Mt 5,16 estas lámparas son las “buenas obras” y su irradiación evangelizadora.
Con estas dos imágenes, Jesús enseña que el discípulo que sabe vivir la “espera” es aquel que sabe “vigilar”. La vigilancia es lo contrario del irse a dormir o entrar en situación de reposo. Pero el Evangelio no da sosiego, no permite descuido, no da espacio para la pereza, no tiene reposo, no tiene jubilación. “Vigilar” es estar siempre listo para la acción, es estar siempre en forma para poder vivir los requerimientos propios del Evangelio (“lomos ceñidos”) y para irradiarlos a los demás hermanos (“lámparas encendidas”):
La segunda parte de la parábola (12,37-38), el premio a aquellos que “encuentre despiertos” (12,37) y “haciendo lo que deben” (12,38) se describe con el máximo calificativo que da el evangelio: “¡Bienaventurados!”. Esto quiere decir, que en su actitud de espera, de apertura al futuro de Dios, todo hombre vive su verdadera felicidad. Y este calificativo que ennoblece el presente está seguido por un don todavía mayor en el futuro: Jesús será para él como un siervo, es decir, nos ofrece todos los dones de su servicio a lo largo de su ministerio, particularmente los de su cruz redentora y de su vida nueva en la resurrección.
La referencia a los diversos momentos de la noche (“la segunda vigilia o la tercera”) nos recuerda la importancia de la perseverancia.
Es fácil y común llegar a cansarse en este caminar, por eso: dichoso al que el Señor “lo encuentre haciendo lo que debe”.
Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón
1. ¿Tengo miedo del futuro? ¿Cómo lo afronto?
2. ¿Me cuesta perseverar en mis compromisos con el Señor?
3. ¿Qué me aguarda si mi corazón y mis obras están siempre en la atenta espera del Señor?
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