En las últimas semanas he visitado (deliberadamente, para poder verlas en todo su esplendor después de lo que ha llovido) varias cascadas y chorreras, todas en la Comunidad de Madrid.
Dicen que en las proximidades de una cascada (o junto a un mar embravecido, o después de una fuerte tormenta) la atmósfera se carga de iones negativos, que son favorables para la salud y el estado de ánimo. Si uno hace caso, es casi una panacea. Yo no puedo atestiguar todo esto, sólo la sensación de paz y relajación, de alegría y optimismo que a mí personalmente que invade cuando me siento a contemplar el agua que cae a borbotones.
Dicen que en las proximidades de una cascada (o junto a un mar embravecido, o después de una fuerte tormenta) la atmósfera se carga de iones negativos, que son favorables para la salud y el estado de ánimo. Si uno hace caso, es casi una panacea. Yo no puedo atestiguar todo esto, sólo la sensación de paz y relajación, de alegría y optimismo que a mí personalmente que invade cuando me siento a contemplar el agua que cae a borbotones.
Se me ha ocurrido que quizás también sean buenos sitios para orar... Quizás ese aire ionizado nos predisponga también a abrirnos mejor al Padre,

Debo confesar que nunca he rezado al pie de una cascada, sencillamente nunca se me había ocurrido. Pero de momento, hacerlo de forma virtual tampoco es mala idea. Así que os propongo a continuación un ratito de oración, y os ofrezco varias fotos de algunas de las cascadas que he visto: Purgatorio (en Rascafría), Somosierra, San Mamés, y de alguna otra más, como el Salto del Nervión, la de Gujuli...
Os propongo que ampliéis la foto que os guste más, pero en una ventana o pestaña aparte (con el botón derecho del ratón), para que mientras, si queréis, podáis escuchar "Agua, lávame", de Brotes de Olivo, pulsando en el botón del reproductor:
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